sábado, 11 de junio de 2016

PAGINA 10

Cierran 300 maestros de la CETEG oficinas de 
CFE, Salud y Aurrerá; policías disparan gases

Empleados de la tienda Bodega Aurrerá en el sur de Chilpancingo, se opusieron a que maestros de la Coordinadora Estatal de Trabajadores de la Educación en Guerrero (CETEG) los desalojaran, por lo que llamaron a la Policía Estatal, la que llegó una hora tarde, cuando los manifestantes ya habían logrado cerrar y se habían retirado. A pesar de no encontrarlos en el lugar, los policías dispararon gas lacrimógeno.

Maestros de la CETEG de la facción del secretario general Ramos Reyes Guerrero, desalojaron y clausuraron simbólicamente la Secretaría de Salud estatal y las oficinas de la Comisión Federal de Electricidad (CFE), como parte de las acciones contra la reforma educativa y evaluación docente.
Unos 15 minutos después de la 1 de la tarde fueron desalojados los trabajadores de la Secretaría de Salud, ubicada a un costado del plantón que mantiene la CETEG en la avenida Ruffo Figueroa.
Tras desalojar el edificio, clausuraron la puerta principal de manera simbólica, con pancartas en las que enfatizaban su rechazo a la reforma educativa, impulsada y aprobada por el gobierno federal.
Después, el contingente de más de 300 maestros caminó hasta las oficinas de la CFE, que se ubican en la avenida Juventud, que es paralela a Ruffo Figueroa, donde también fueron desalojados los trabajadores y clausuradas sus puertas.
Los maestros, que llevaban la cara tapada con playeras, pashminas, bufandas, gorras y lentes oscuros, pidieron a los trabajadores de las dos primeras oficinas que se retiraran del lugar, a lo que éstos accedieron sin que se registrara ningún conato de violencia.
A la 1:53 de la tarde arribó el contingente de maestros al estacionamiento de la tienda Bodega Aurrerá, ubicada en la avenida Ruffo Figueroa esquina con el bulevar Vicente Guerrero, a escasos metros de su campamento.
La llegada de los maestros provocó gritos de “¡alerta!”, que los usuarios de la tienda se apresuraran a salir y los compradores que iban llegando se retiraran sin bajar de sus carros.
Tras la salida de los compradores, los empleados de todas las áreas que conforman la tienda se reunieron en la puerta de entrada, permitiendo que la puerta de salida fuera cerrada.
Los empleados se organizaron para impedir que los maestros ingresaran, bajo la excusa de que cada vez que entran se roban productos que luego son descontados de su salario.
Ante la resistencia de los empleados, los maestros explicaron sus intenciones de querer cerrar la tienda, pero esto no les bastó a los empleados, quienes insistían en que mejor se retiraran.
Durante el diálogo entre empleados y maestros se registraron dos momentos de tensión, entre empujones y gritos acusadores en contra de los maestros.
El gerente de la tienda, quien no se quiso identificar, permaneció en todo momento atrás de los empleados, quienes servían de parapeto para impedir el ingreso de los maestros.
Los maestros explicaron que sólo querían cerrar la tienda, que su intención no era entrar, por lo que pedían la salida de los empleados por la puerta principal y que únicamente se quedaran los trabajadores de seguridad.
Como parte de la mediación, se permitió que una comisión de cuatro maestros ingresara a la tienda, para confirmar que ya no hubiera compradores y dieron 10 minutos para que salieran los trabajadores.
La gerencia de la tienda solicitó la presencia de la Policía Estatal, por lo que la estrategia de los empleados era resistir hasta que éstos llegaran, pero debido a la respuesta tardía, los empleados cedieron al desalojo.
Como medida de seguridad, la gerencia determinó que con un montacargas se acumularan tarimas en la puerta principal, para impedir que los maestros tiraran la puerta de metal y evitar que éstos entraran.
Tras el cierre total de la tienda, los maestros acumularon los carritos de metal y formaron barricadas en las dos puertas de la tienda, mientras que los empleados salían por la zona de bodegas.
Al retirarse del lugar, uno de los maestros tiró una bomba molotov, entre los carritos del supermercado y la puerta de entrada, sin que causara mayor daño.
A las 2:50 de la tarde llegaron los policías estatales antimotines, encabezados por un comandante de nombre Tomás, quien de manera prepotente y gritándoles a los maestros, avanzó con un grupo de poco más de 200 policías.
En ese momento, los maestros de la CETEG ya habían salido del estacionamiento y estaban ingresando a la calle Ruffo Figueroa, donde está su campamento. El comandante dio la orden de seguirlos y los azuzó con un disparo de gas lacrimógeno, sin importale que a un costado de ellos estaban niños con sus padres, esperando el transporte público.
La granada de gas lacrimógeno rebotó en la esquina del estacionamiento, al pie de la parada del trasporte público, donde las personas empezaron a correr por el gas.
El segundo disparo rebotó en la barda de la delegación de la Comisión Nacional de Agua (Conagua), donde estaban parados los trabajadores y policías que resguardan el lugar.
Los maestros ingresaron a su plantón sin responder a la agresión. El comandate los siguió hasta la calle Ruffo Figueroa, donde accionó por tercera vez su lanzagranadas y ordenó a los policías antimotines que formaran una valla en la calle.
Los maestros de nuevo no respondieron y sólo corrieron a refugiarse en su plantón, para evitar que el gas lacrimógeno los alcanzara.

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